martes, 1 de julio de 2008

Despues de Babel de George Steiner

Después de Babel es una poética de la traducción; un acercamiento a las vías por las cuales la transferencia entre lenguas concierne y posibilita la investigación filosófica de la conciencia y del significado del significado. George Steiner ensaya afectar al estudio del lenguaje como un todo al proyectar sobre la naturaleza y la poética de la traducción entre las lenguas. Ubica la traducción en el centro de la comunicación humana; concibe que está implicada formal y pragmáticamente en cada acto de comunicación, en la emisión y en la recepción de las modalidades del significado, ya sea en el sentido semiótico más amplio o en los intercambios verbales más específicos. Considera que los medios y los problemas esenciales, estructurales y ejecutivos de la traducción concurren cabalmente en los actos del habla.


A partir de estas premisas, elabora un estudio profundo de la traducción a través de la revisión del trabajo y las indagaciones intuitivas de poetas, dramaturgos y novelistas de diferentes lenguas y épocas. Considera al sujeto como el eje de la percepción de la identidad y de la sociedad. Bajo esta proposición, desarrolla las convenciones de un entendimiento, latente o malogrado, obtenidas por quien pretende traducir un texto en una misma lengua. Convenciones suscitadas por las transformaciones que sufre una lengua en los espacios del tiempo histórico, de la clase social o de las distintas sensibilidades culturales y profesionales. Postula que, para percibir estos cambios, la sintaxis y el glosario, instrumentos del análisis gramatical sistemático, no son suficientes.

Channel Babel, Scott Greene 1998
La tarea de un lector integral consiste en determinar los valores tonales de todo el acontecimiento semántico, el efecto conjunto de las palabras y giros claves que revelan una compleja red de valores semánticos y éticos, los círculos concéntricos implicados en derredor de un uso lingüístico. Consiste en percibir las intenciones del autor y la resonancia de sus palabras, los hábitos de sensibilidad de una lengua. Los sentimientos tocan diapasones distintos a través del tiempo; la lengua está sujeta a una mutación permanente. La semántica y las funciones específicas de un vocabulario dependen de las proporciones e intensidades relativas de lo dicho y lo no dicho, del volumen de lengua. Hay lenguas enérgicamente conservadoras, rígidas, incapaces incapaz de adaptarse; también las hay aptas para integrar la metáfora. La lengua es como un iceberg, el habla pública es sólo la punta. Para Steiner, la comprensión acuciosa y cabal de un texto, el descubrimiento integral y la aprehensión recreativa de sus formas vivas (la llamada prise de conscience) exige un ávida intimidad con la historia de la lengua en cuestión, con los cambios de la afectividad que hacen de la sintaxis una imagen del ser social; exige un salto intuitivo hacia el centro.

Las interpretación más completa, la repetición original, se logra cuando la sensibilidad del traductor se apodera del objeto salvaguardando y acrecentando la vida autónoma de éste; cuando rastrea la elaboración del poema y detiene la vida naturalmente mudable del texto fijándola en una autenticidad inmutable; cuando logra la empatía con el texto. La interpretación da vida al lenguaje más allá del lugar y del momento de su enunciación; en virtud del movimiento por el que ve comprometida su identidad, el crítico se convierte en un interprete, un ejecutante de vida. La transformación interpretativa se logra cuando se franquea la barrera del tiempo, cuando la traducción diacrónica contempla el modo en que están estilizadas y codificadas la organización semántica del recuerdo y la memoria. La interpretación traslada las convenciones en virtud de las cuales puede ser leído el arte, el propio pasado resonante de toda generación. En ausencia de la interpretación, no habría cultura.

Estas convenciones a trasladar, la difusión de los significados del cual depende la cultura, las diferencias por las cuales está vetada un lengua en un momento dado, son de lo más sutiles. Remiten al estrato social, la ideología, la profesión, la edad y el sexo. Hay funciones diferenciadoras y beligerantes de la lengua dentro de una comunidad económica y socialmente dividida, usos vengativos de la lengua, silencios y transgresiones deliberadas. Las relaciones de poder determinan las condiciones de diálogo, el intercambio lingüístico deviene en duelo. La polisemia es una aptitud de la palabra para significar relaciones distintas; entre razas, políticos y ciudadanos, adultos y niños, mujeres y hombres, la polisemia es utilizada como un arma cargada de prohibiciones, defensas, mitologías. Se habla para comunicar pero también para ocultar, mentir o desinformar. Cada ser social manifiesta su ubicación social, a la vez que se distingue de él reclamando su individualidad. Dispone de dos fuentes lingüísticas, la vulgata corriente que corresponde a su nivel de cultura personal y un diccionario privado, un idiolecto.

Para Steiner el componente privado del lenguaje es una función lingüística con la cual es posible relacionar el estudio de la traducción con un estudio del lenguaje. El habla exterior tiene detrás un flujo convergente de conciencia articulada; el hablante se comunica a sí mismo todo lo que deja de decir su discurso manifiesto al otro. La traducción, en este sentido, es una vía de acceso al lenguaje mismo. Es un segmento especial del arco de comunicación que todo acto afectivo describe en el interior de una lengua. El modelo “emisor a receptor” es antológicamente equivalente al modelo “lengua-fuente a lengua-receptora”. Dentro o entre lenguas, la comunicación humana es una traducción; un estudio de la traducción es un estudio de lenguaje. La traducción existe por que existe diversas lenguas distintas.

La diversidad lingüística es una de las cuestiones centrales para el estudio de la evolución intelectual y social del hombre. La profusión de lenguas atañe los dilemas filosóficos y lógicos centrales que surgen de la unidad reconocida de las estructuras mentales humanas. Casi todas las civilizaciones cuentan con mitología de la dispersión de lenguas, con su versión de Babel. Para Steiner, estas explicaciones pueden clasificarse en dos grandes intentos de dar solución al enigma por medio de la metáfora: o se produjo una liberación accidental del caos, o la diversidad de lenguas es un castigo. No se conoce una mitología en que la fragmentación de alguna lengua original no haya sido considerada una catástrofe, un castigo divino por algún indicio de rebelión o arrogancia. La historia de esta especulación, de las hipótesis arriesgadas por los filósofos, lógicos e illuminati para explicar la confusión de las lenguas humanas, constituye un capítulo ineludible en los anales de la imaginación.

Desde los pitagóricos hasta Leibniz y Hamman la tradición resalta que la sustancia del hombre es indisociable del hombre y que su misterio define al ser humano. Para los cabalistas se trata de un diligente oscilar entre Babel y un retorno a la armonía. En el pensamiento judío existe una gnosis y filología de cada letra hebrea, todo carácter escrito encarna un detalle esencial de la creación, el porvenir está latente en esas letras así como el nombre de Dios. Para Jacob Böhme todas las lenguas comparten una miopía común, ninguna es capaz de articular la verdad y sin embargo, el hombre se redime con el fabla sensual, el discurso de la intimidad instintiva, la lengua de la naturaleza y del hombre en estado natural. Para Kepler la lengua original había volado echa pedazos; para Silesius, desde el principio, Dios ha pronunciado una sola palabra. Entre los contemporáneos, Kafka, Benjamín y Borges aportaron otras tantas teorías.

Para Walter Benjamín, quien funda su metafísica de la traducción en el concepto de una lengua universal, el Logos da sentido al discurso pero no se muestra en ninguna lengua en particular; el lenguaje puro precede y subyace a las dos lenguas de un proceso de traducción, y ésta, para cuajar las ataduras de significación, debe conservar una extrañanza y una otredad vitales. Kafka, por su parte, mantuvo la conciencia del carácter opaco y refractario de la lengua y el carácter inhumano de la palabra escrita. La Torre de Babel es un movimiento necesario, emana de un impulso irrefutable de la voluntad e inteligencia humanas, pero si el hombre pudiese emplear el lenguaje sin perseguir el significado hasta las fronteras prohibidas de lo absoluto, aun hablaría una lengua natural y sin fracturas. Por otra parte, para Borges, las razonables estructuras del tiempo y del espacio ordinarios se imbrican en otras realidades consistentes y prolijas nacidas del discurso y la actividad insondable del pensamiento; su experiencia lingüística es reticulada. Influenciado por la tradición cabalística, la otredad y el olvido de una existencia predestinada, ya escrita, como fruto del trabajo de traducir, se manifestó en su literatura.

A partir del misticismo lingüístico, las teorías de Leibniz y Hamman figuran como entronque hacia el pensamiento lingüístico racional y moderno. Ya en el ámbito de la filosofía del lenguaje se admiten dos puntos de vista radicalmente opuestos. El primero postula que la diferencia de lenguas es sólo superficial y que la traducción resulta posible si se identifican los universales genéticos, históricos, y sociales de los cuales se derivan todas las gramáticas. La tesis contraria, calificada como monadista, postula que la reflexión lógica y psicológica no puede agotar la estructuras profundas universales o que estas son de un orden tan abstracto que se vuelven imprescindibles. Tras un repaso sobre las teorías de Vico, primer partidario del historicismo lingüístico, Hamman, afín a las teorías fisiológicas y precursor de la semiología en el sentido moderno, y Herder, defensor del nacionalismo y la conservación de una lengua en pos de mantener la lengua original, Steiner rescata las teorías de Wilhem Von Humboldt. Lo concibe, como a Platón, Vico, Coleridge, Saussure y Jakobson, como innovador en la teoría del lenguaje.

Humboldt creía que la lingüística debía ser asistida por otras disciplinas, que el hecho aislado era atravesado por la corriente incesante de la unidad orgánica universal, que la trama y la palpitación daban a cada hecho aislado su significación. Proponía al lenguaje como eje del hombre en tanto delimita la realidad ; como un “tercer mundo”, el lenguaje se sitúa entre la realidad fenoménica del mundo empírico y las estructuras de conciencia interiorizadas. Las instancias del intelecto que modelan el mundo no se ejercen a través del lenguaje, le son inherentes. Así mismo, es el primero que postula que el lenguaje puede ser adverso al hombre; a pesar de estar interiorizada, posee simultáneamente una identidad exterior autónoma que hace violencia al hombre mismo. Para Steiner, la teoría de Humboldt es circular, monadista o relativista pero también universalista cuando postula que la civilización se organiza de modo singular gracias a su lengua y ésta es matriz única y exclusiva de su civilización. Estas ideas cobrarán fuerza posteriormente con Whorf, quien acuña la expresión de mundos de pensamiento y centra en la semántica el criptotipo, el significado sumergido, sutil, elusivo, a partir del cual se puede traducir la metafísica de una lengua a su gramática manifiesta.

Las aportaciones a la metalingüística de Whorf, así como las formalizaciones de la masa de hechos fonológicos y gramaticales, dieron fuerza a las ideas universalistas y aun cuando pueden tratarse los universales de la lengua en los planos fonológico, semántico y gramático, Steiner resalta que las ultimas tentativas universalistas estén centradas en la gramática. Steiner lanza una crítica que seguirá a lo largo del libro hacia la teoría generativa-transformadora y la gramática universal de Chomsky, a la que considera por demás abstracta en su tentativa de generar una gramática universal. Considera que el estudio sincrónico-gramático que postula evade los problemas de las “incómodas excepciones” de la lengua viva. Considera que la historia del propio pensamiento de Chomsky es la de una erosión de la semántica. En respuesta Steiner sostiene que hay un lugar para un enfoque centrado en los lenguajes antes que el Lenguaje, un enfoque cuya demostración esté centrado en la semántica antes que la sintaxis y que puede partir de las palabras.

Steiner aborda la cuestión de la ausencia de una ciencia lingüística. Falta que reside, para el autor, en el dar vueltas en redondo que implica tomar conciencia sobre el lenguaje. Todavía no se cuenta con una teoría física de la evolución y la generación de lenguas. Toda teoría debe apoyarse en un metalenguaje y el de la lingüística científica, las matemáticas, la psicología clínica, la lógica matemática, no goza de ninguna inmunidad extraterritorial. El razonamiento sobre el lenguaje es vacilante y dialéctico. El lenguaje está compuesto en parte de elementos físicos y en parte de elementos mentales. Su gramática está fundada en el tiempo, crea y organiza la experiencia temporal de modos diversos. Sostiene que el poder fundador del lenguaje para conceptualizar el mundo ha sido crucial en la sobre vivencia del hombre frente a las limitaciones ineludibles, la muerte. La capacidad milagrosa de las gramáticas para generar contraejemplos, proposiciones condicionales, y sobre todo, conjugaciones de futuro, lo que ha permitido a nuestra especie la esperanza. La humanidad perdura creativamente por la capacidad imperativa de construir ficciones de la alteridad.

El lenguaje es una creación incesante de mundos alternos. Transita del uso público al privado de manera fugaz. Tiene la capacidad de establecer lo verdadero y lo falso. La ambigüedad, la polisemia, la oscuridad, la incomprensión recíproca son las raíces del lenguaje. En la traducción la naturaleza dialéctica de la traducción se manifiesta de manera formidable. El arte del traductor revive la evolución del lenguaje, las ambiguas relaciones que privan entre lenguaje y mundo, entre las lenguas y los mundos. Es la demostración necesaria e infatigable de la naturaleza dialéctica del habla que simultáneamente uniforma y divide. Precisamente en esta dialéctica, la no posibilidad de una teoría de la traducción.

No hay teoría de la traducción, es un arte exacto. Steiner niega la posibilidad de una teoría. Por “teórico” el entiende susceptible de ser generalizado por inducción, previsible y sometido a la prueba por el absurdo. Con numerosos ejemplos comprueba que la traducción se llevó acabo, desde Cicerón hasta Fraser Tyler, de Schleiermacher a Larbaud, de Quine hasta el desplazamiento de la hermenéutica, en el modelo de un tríada estéril: traducir literalmente palabra por palabra, trasladar con ayuda de un enunciado fiel y autónomo y la de traducir mediante la imitación, recreación, variación o interpretación paralela. Desde el pasaje del Génesis, 1:3: Fiat lux. Et facta lux es, hasta el “Jabberwocky” de Lewis Carrol; la exposición de casos de “intraducibles” (Ball e Isou) escritos para ser intraducibles, hasta la proposición de la traducción como se leen los libros de contabilidad de doble partida en que las columnas deben corresponder en el nivel de la forma y en el de la moral; desde el Píndaro de Cowley hasta el Horacio de Ben Jonson, la historia de la traducción se había realizado bajo el marco de esta tríada. Es hasta la visión de la traducción como hermenéutica del impulso confiable (élancement) de la penetración, de la búsqueda de dar forma y de la restitución la que permite superar el modelo estéril.

La explicación de los aspectos del desplazamiento hermenéutico son, sin duda, una invitación a tomar conciencia del acto de esclarecer, de trasladar y anexar la significación. Los cuatro desplazamientos descritos por Steiner permiten el reconocimiento del proceso de traducción. Comienza con la confianza de una presencia de significación en el texto de partida seguida de la extracción de dicho texto en el reconocimiento de su otredad; el tercer paso sería la incorporación y apropiación en la lengua propia para finalmente concluir la restauración del equilibrio de fuerzas, la actualización de la reciprocidad, la conservación última de la fidelidad. El proceso descrito por Steiner no pretende imponer una teoría sino clarificar, traer a la conciencia, el proceso cabal de una traducción.

El impulso inicial de la confianza, es una apuesta a la coherencia, a la plenitud simbólica del mundo. Constituye una convención operativa derivada de una secuencia de hipótesis fenomenológicas sobre la coherencia de mundo, sobre la presencia de la significación en sistemas semánticos muy diversos. Antes de decir que un texto no consta de significado alguno, un traductor diría que comprende pero no puede reelaborarlo en su lengua materna. Este fundamento empírico proviene, por una parte, de que no se ha descubierto hasta ahora ningún cuerpo de signos que sea enteramente descifrable o traducible, y por otra, que se sabe que todos los contactos han producido un conjunto de significaciones que tendrán la ventaja de ser comunicables. Las semejanzas entre los hombres son mucho mayores que las diferencias. Pero incluso en la contigüidad histórica o geográfica de lenguas, el traductor se ve implicado en una dialéctica cuando extrae e incorpora el texto fuente a su lengua.

El traductor progresa hacia su fuente a través de círculos concéntricos de conciencia lingüística y cultural, de información probable y de identificación. Es a través de los criterios de comparación y de posible transferencia engendrados por éstos círculos, que el traductor puede evaluar el grado de comprensión y de posible transferencia, al mismo tiempo que esclarecer y explicitar al texto fuente. Y sin embargo, las relaciones del traductor con lo cercano son por definición dialécticas y ambiguas. El desplazamiento de la extracción y la incorporación están determinadas por la presencia simultánea de la afinidad electiva y la diferencia resistente; el traductor se sitúa en una frontera. Las fronteras entre las lenguas están vivas, son una constante dinámica que define a cada una en relación con la otra pero también e relación consigo misma. La diferencia, invita a estatizar esa frontera, a tomar una cosa por otra, y sólo es posible superar tal diferencia, interiorizar los rasgos de comunicación, dominar la angustia de saber si la traducción es posible mediante la afinidad electiva. Así mismo, el traductor debe esclarecer las distancias, conocer su propia lengua ante la diferencia, conservar las distinciones para posibilitar el traslado. Para Steiner el traductor está sometido a una tensión de fuerzas, sobre todo cuando trabajo con una lengua afín a la suya. En este sentido, la buena traducción se define como aquella donde la dialéctica de lo impenetrable y lo penetrable, el sentimiento de una extrañeza huraña y de un sentirse en casa se despliegan sin resolverse, pero también si dejar de ser expresivas.

La última fase del proceso es llamado por Steiner como compensación o restitución. La traducción restaura el equilibrio. Para comprender la otro no hay que anexárselo, sino convertirse en su huésped. La dialéctica del impulso de confianza y la de responsabilidad recíproca, de orden moral y lingüístico, hace de la traducción un habla marcada por la vulnerabilidad, desprovista de lugar, pero dueña de su propio ambiente y de una extrañeza luminosa, pues es, ante todo un instrumento de relación. La traducción es obra de recompensación en la medida en que da al original una esperanza de vida y una zona de supervivencia geográfica y cultural. Una auténtica traducción tenderá a igualar, aunque las etapas de mediación sean largas y oblicuas. La verdadera traducción permite deducir que el texto fuente encierra un potencial de reservas esenciales de las que no es consciente ni él mismo. En una traducción cercana a lo perfecto, el compromiso de encarar los riesgos afectivos e intelectuales que ofrece una alternatividad se respeta escrupulosamente hasta tener el trabajo terminado. El traductor debe dar cuenta tanto de la movilidad como de la estabilidad de las fuerzas significantes en el plano diacrónico y sincrónico. El traductor, el exegeta, el lector sólo es fiel a su texto, sólo tiene reacciones fidedignas y responsables cuando se empeña en establecer el equilibrio de las fuerzas, de la presencia integral que su comprensión apropiativa ha desquiciado.

La teoría de la traducción no puede ser más que un modelo histórico-psicológico de las operaciones de la lengua misma. Estas operaciones no están restringidas a la lengua oral y escrita. Abarcan todos los sistemas de comunicación, todos los sistemas lingüísticos. Los signos verbales se modifican por una combinación vastísima de medios, que determinan la sensibilidad y la cultura literaria. Steiner denomina la matriz de la cultura y aplica la noción de alternatividad y el modelo de traducción para hablar de el legado de la cultura y las significaciones heredadas. A partir de una serie de ejemplos, y nociones semiológicas (transmutación, sustitución, permutación) advierte las convenciones verbales, temáticas y formales de la tradición occidental. Cómo la nueva semilla se nutre de la tradición y de los modelos canónicos, para disminuir el vacío que rodea a la novedad; cómo se concibe a la tradición como estado de naturaleza. Sugiere que éstos espacios concéntricos de identificación convenciones se reconozcan como parte de un proceso topológico: término que toma prestada de la matemática para hablar de las reordenaciones de relaciones entre un acto verbal y sus reapariciones sucesivas. Propone que el reconocimiento de esas convenciones servirá a la que los conceptos de la teoría generativo-transformadora concilien con la realidad.

Después de Babel, es sin duda una poética de la traducción en tanto no es concebida por su autor como algo determinado, sino, como la traducción misma, un conocimiento en pos de llegada. La concepción de la traducción como comunicación, y su estudio como centro de la teoría lingüística, abre muchas puertas tanto al campo de la investigación como al de la vida misma.

Steiner, George, Después de Babel, FCE, México D.F., 1995.
http://www.fce.com.ar/fsfce.asp?p=http://www.fce.com.ar/autores.asp?AUT=1062

1 comentario:

jacobgiraldo@hotmail.com dijo...

El señor escribidor, de alguna manera falla ante el legado de Steiner, algo de cada oración de sus escritos nos lleva por la imaginación y a crear nuevos senderos, desde nuestras humildades o parca educación, así es como lo hemos leído, con lentitudes, explorando cada sendero o idea que nos indica.